jueves, 11 de noviembre de 2010

Una imagen para recordar - Bruno Moreno Ramos

Una imagen para recordar
Bruno Moreno Ramos


Ahora que ya han pasado varios días desde la visita del Papa, aprovecho para hablar con más calma de lo que más me ha gustado de la misma. Ha sido, sin duda, una visita llena de acontecimientos y palabras de fe y sería ingenuo intentar resumirla en una frase. Sin embargo, hay imagen que me impresionó y que quedará grabada en mi memoria como símbolo de esta visita, aunque apenas duró uno o dos minutos.

Cada uno, recordará probablemente algo diferente de este viaje del Papa. A fin de cuentas, de lo que rebosa el corazón habla la boca… y también la memoria. La prensa malintencionada recordará, con resentimiento y sensación de superioridad, el detalle simpático de las monjas limpiando el altar. Es fácil que muchos nacionalistas catalanes hablen de esta visita como la visita en la que el Papa habló en catalán. Otros recordarán simplemente la magnífica arquitectura de la Sagrada Familia, el número de personas o las pancartas a favor o en contra. Algunos, quizá los menos, la preciosa liturgia de consagración del templo, las valientes homilías y declaraciones del Papa, el ejemplo de santidad de Gaudí… En cualquier caso, no parece que la imagen que yo he elegido sea muy popular, porque no la he podido encontrar en Internet y he tenido que sacarla de un vídeo.

Para mí, la imagen más representativa de la visita fue la del Papa rezando, arrodillado y en silencio, ante la tumba del Apóstol Santiago. Probablemente, Benedicto XVI defraudó las ingenuas expectativas de algunos, que esperaban que diera más importancia a gestos de tipo más bien folclórico, como el abrazo a la imagen del Apóstol, pero, el Papa sabe ir a lo esencial y dio importancia a lo que verdaderamente la tiene: las reliquias de Santiago el Mayor. Fue un momento precioso. Hasta el parlanchín comentarista televisivo se calló mientras el Papa rezaba.

Ante la tumba de Santiago, durante unos minutos, el bullicio de la visita papal se detuvo. Y hubo silencio, porque el Papa rezaba.

Fue una imagen que, a poca sensibilidad que uno tuviera, se grababa en la retina. El sucesor de Pedro ante la tumba de Santiago. Las vestiduras de color rojo y blanco parecían reflejar la sangre de uno de los primeros mártires de Cristo y su triunfo junto con el Resucitado. El peregrino del siglo XXI ante el peregrino del siglo I, ambos venidos a España para anunciar el Evangelio. El teólogo bávaro arrodillado humildemente ante un sencillo pescador de Galilea. El obispo de Roma y el primer obispo de Jerusalén. Joseph Ratzinger y Jacobo el de Cebedeo. El Rottweiler de Dios junto al Hijo del Trueno. El mundo pendiente de las palabras del Papa y el silencio de la oración, ante el ruido estridente de políticos, ideologías y televisiones. Un anciano, débil e insignificante, rezando de rodillas, y Dios que escucha a su siervo.

¿Qué pediría el Papa por intercesión de Santiago?. ¿Recordaría aquella noche en la que el propio Santiago oró junto al Maestro en Getsemaní?. ¿Pediría para sí mismo y para Europa la fe que anunciaron los apóstoles y transformó el mundo?. ¿Rezaría por España?. ¿Por mí, en definitiva?. ¿Quizá pensó en que el Calvario se acercaba, en la persecución, en la debilidad humana y en la gracia de Dios que hace mártires de los cobardes?. No lo sé, pero, para mí, su imagen rezando en silencio es más elocuente que todos sus discursos, por excelentes que hayan sido éstos.

Laus Deo.







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